jueves, 10 de febrero de 2011

Necesidad trágica del clown. Clown y pedagogía

(por Gabriel Chamé Buendía)

En mi trabajo pedagógico investigo sobre un carácter histriónico que le pertenece a cada uno; como cada uno conserva una suerte de payaso, no por esto cada persona es un payaso profesional, un artista de escena si no que todos tenemos una calidad clownnesca: todos los seres humanos somos inocentes, tontos, esto es una calidad humana. Todos somos bastante tontos y tomar conciencia de ello con humor es muy sano. Lo que no quita que siempre es chocante en términos sociales. Para aprender a reírse de uno mismo es necesario permitir que los demás se rían de uno. Esto nos provoca una experiencia ridícula, lo que llamo una experiencia tragicómica.
Un aspirante a artista de escena lo acepta y lo lleva muy bien, entiende que la movilización interna, el hecho de que le pase algo fuerte, que tenga un momento de desequilibrio interno, le permite descubrir, abrir zonas ocultas de su expresión y comunicación teatral llegando de una manera mas autentica al publico y, al contrario de traumatizarse, le produce un placer enorme el hecho de penetrar en capas ocultas de su ser al mismo tiempo que libera su ridículo, abre su imaginación y redescubre su capacidad de juego. El publico ríe con toda seguridad, ya que reconoce, de alguna forma inconciente, esa experiencia en si mismo; se ríe y comparte al mismo tiempo lo terrible y lo cómico. Puede haber estudiantes que no quieran profundizar en esto, y que prefieran divertirse, ellos y al publico, de otras formas, sin querer implicarse. Esto es lo que se dice “ hacer el payaso”, y no “ser payaso”. Pero indudablemente el personaje clownnesco es un personaje trágico desde todo punto de vista. Podemos hablar de “destino trágico del clown” pero yo precisaría más llamándolo, “necesidad trágica del clown”. Quiero decir: indudablemente un personaje inocente que genera torpezas se dirige a un destino tragicómico, el destino de los que desatan la risa a pesar suyo, pero una vez que sabes que puedes hacer reír y lo disfrutas, lo cómico necesita de lo trágico y se convierte en una necesidad; sin lo terrible de cada experiencia, el clown no hace reír, por lo menos con el nivel de intensidad que permite reflejar el alma del ser humano -su parte mas inocente-, que esta escondida en cada uno de nosotros. Paradojalmente lo tragicómico le ofrece al actor, belleza, poesía, espontaneidad y la inocencia que tienen los niños. Un gran tesoro. O sea que es muy raro: por un lado te diviertes haciendo tonterías con toda libertad, sin juicio, y por otro, es muy grave lo que estás haciendo, es decir, haciendo el ridículo.
Trabajo y me divierto investigando sobre quien es el que hace reír dentro tuyo. ¿Quién es el pequeño bolu… que llevamos dentro? Creo que esto abre muchas puertas pues lo que se logra en el actor es que quite solemnidad, que quite importancia, que se abra a formas mucho más amplias, donde todo puede ser, su imaginación es amplia. Cuando eres niño tu imaginación es amplia pero después la vas cerrando y crees que esto es esto, eso es aquello. Ese es el objetivo que busco en la risa y su pedagogía: abrirle puertas al artista de escena, actor, acróbata, bailarín, mago, etc.
Generar en él mayor conciencia de sus posibilidades; o sea que la risa la busco como un hecho pedagógico, una fuente de comunicación, investigo estéticamente al mismo tiempo que intento escarbar en las cuestiones humanas.
Creo que la gente tiene miedo también a hacer reír y dice “ay, pero no voy a poder! ” ¡Sí, sí puedes! Pero claro está que la gente no se va a reír de “tu ingenio” (ya que para lograr lo que estoy diciendo hay que ser muy ingenioso, hacer todo para que vaya en tu contra, con verdad y finesa). El publico se va reír de tu desgracia y de tu locura, ya que es la desgracia y la locura de todos, la que el payaso muestra, sintetiza, poetiza, en un acto de liberación, de quitarse miedos, La risa libera del miedo a la muerte; el miedo nos paraliza, la respiración se detiene y ¡zasss, nos reímos, la respiración vuelve, estamos vivos.
La gente cree que para hacer reír hay que ser ingenioso, ser inteligente ¡y sorprender con buenos chistes! Esto es lo que hacen en stand up, no? Son gente ingeniosa, gente que hace chistes, buenísimos, divertidísimos y mucha gente lo hace muy bien, y muchos más lo hacen pésimo. Es una manera más de ver a la risa, que pasa por la palabra y la distanciación personal, creando sorpresas en el discurso. Es una manera aparentemente moderna, más bien clásica de hacer chistes. Es estar por encima de los demás, ser mas inteligente. Esto provoca admiración en el publico. El clown está mas integrado a lo que pasa en ese discurso; si el clown quiere contar un chiste, lo cómico no es el chiste, es lo que le pasa por querer contarlo, y los problemas que le suceden por querer hacer reír a los demás, nos reímos de lo tonto que es, no de lo inteligente. (Pero está claro que el artista tiene que ser muy inteligente para parecer tan tonto). El clown provoca amor en el publico, lo queremos, lo protegemos. Pero igual que los monologuistas , hay muchos buenos clown y demasiados pésimos.
Como en cualquier disciplina artística hay una técnica a dominar que solo se depura después de muchos años de trabajo. Al comienzo descubres tomando riesgos que es muy divertido hacer tonterías y que la gente se reír de ti, que esto a muchos les gusta (otros entran en pánico), empiezas a dejar que la gente se ría, estás mas vulnerable, y poco a poco, te descubres manejando la risa del publico con tus debilidades, por que estás haciendo todo para que suceda. Y el público se empieza a identificar con ese personaje. Se ríen, se identifican con y toman afecto por ese personaje, se ríen porque ven algo en él y se dicen -de forma inconsciente- “¡que pelotudo, que pelotudo!” mientras está diciendo: que pelotudo soy yo. Esto es muy hermoso, es un hecho poético.
El trabajo que hago ataca el ego. Abre otra óptica de la vida y sus contenidos, hace todo mas relativo y menos importante, no por eso superficial. La gente la pasa muy bien y muy mal. Muy bien porque te diviertes mucho, te conectas con tu lúdica, tu niño/a, eres libre; Muy mal porque te pierdes, no puedes entender con la cabeza, todo pasa a gran velocidad, y cuando quieres entender y ser gracioso forzadamente, no se ríe nadie, y ahí vives una verdadera experiencia clownesca, la del ridículo.
Cuando no se ríe nadie, el actor se preocupa y no quieres pasar por esa experiencia, quieres más bien huir, desaparecer, o lo mas común, sobreactuar para tapar lo obvio, el vacío. Pero si observamos bien, bien, veremos que no es más que una de las desgracias que viven los payasos, un problema mas que tiene que confrontar este trágico antihéroe. Es cierto que no hay de donde agarrarse, que no hay un texto a decir o interpretar, que no hay circunstancias dadas del pasado, de dónde viene a dónde va, que estás en un verdadero vacío, pero si te dejas llevar por ese vacío y aceptas lo que pasa –y, sobre todo, te ríes de lo trágico de la situación (mezclado con un agudo sentido del ritmo y la precisión, ojo!)- el payaso sale y te trasporta nuevamente a ese placer tonto. Tengo una frase: ”cuando nadie se ríe, si tú te ries, el publico empieza a reír”. Se ríen de verte contento en la puta mierda, pero para esto hay que aceptar que lo intelectual debe esperar y lo intuitivo debe predominar ¿Entiendes esto?
Pues cuando estas en escena no entiendes nada, lo mejor es dejarse llevar, no luchar, aceptar. Tienes que saber que los problemas son las fuentes de inspiración que harán comunicar e interesar al publico, es la acción misma de la trama, el problema es el alimento del payaso. Estamos educados a rechazar los problemas en la vida desde siempre, aquí tienes que surfear en ellos, buscarlos, intuirlos. Ahí está el hecho trágico, “La necesidad trágica del clown”.
Hay algo más que hace que se produzca de una forma cómica, “ ser positivo” . Lo trágico es un hecho humano, el del payaso es un arte que habla de los humanos; el payaso se parece a los hombres, los hombres somos todos en algún momento payasos en la vida, somos llanos y horizontales frente a dios o el diablo, somos pequeñas almas que hacemos lo que podemos. Pero la particularidad trágica del clown es ser siempre positivo. Quiero decir que si eres siempre positivo y llevas adelante algo y dices “yo creo en esto”, vas derecho a tu destino trágico. Insito que lo trágico no es una tragedia donde muere gente, se sufre o dramatiza, no, lo trágico tiene que ver con las dificultades humanes que vivimos todos cada dia. O sea: está el héroe y el antihéroe y el héroe dice: ¡¡vamos!! Y el antihéroe dice: ¡si vamos! Pero lo dice y desde que empieza a ir tropieza, todo le va mal. Pero el clown sigue adelante a pesar de las dificultades y es capaz de realizar esta tarea cueste lo que cueste, se rompe la crisma por conseguirlo o encuentra resoluciones insospechadas para nuestra razón.
Cualquier persona renunciaría ante lo imposible salvo el héroe que tiene el designio de los dioses y su valentía o el clown que avanza positivamente y hace cosas absurdas para conseguir su objetivo sin darse por vencido.
Después hay que ver si lo consigue o no. Muchas veces el clown consigue hacer lo que quiere y otras veces no: lo vemos en los clásicos del cine mudo; esto depende de lo que tengas ganas de contar, pero lo bello y poético es la creatividad del payaso, todo lo que ha hecho para conseguirlo es el espectáculo que hemos visto.
Con el tiempo consigues elaborar esta técnica pero lo más importante para mi es: entrenarse sobre qué tienes para decir, qué nos quieres contar, de qué vas a hablar. Enfrentar a un alumno a su propio ridículo, lo hago como un entrenamiento para quitarse el miedo, no lo haría como un espectáculo.
Creo que hay que ir descubriendo, investigando no sólo cómo eres, cuán divertido puedes ser, sino qué quieres contar con ese personaje y cómo contarlo. Aceptar el no saber te permite esa búsqueda constante, estas perdido y atento a que descubres, no te agarras a lo estereotipado de la risa sino que estás observando que en tu propia incertidumbre está lo cómico paradojalmente. No es más que una disciplina artística como cualquier otra; hay momentos que será divertido y otros en los que uno se siente perdido.
Ser artista implica que nunca se llega, que no puedes establecerte, que estás todo el tiempo en una desconformidad que genera una expresión nueva en cada instante, que te preguntas sobre de los humanos y al mismo tiempo conectas con su aspecto mas tonto, mas frágil y mas libre.
Ser Clown no es solamente componer un personaje teatral o circense, ni ser autor de tu espectáculo. Es ser poeta; no hacer poesía, sino ser la poesía. Un acto poético echo de músculos, un camino, una elección única y para siempre, algo que marca, hasta el límite de lo desconocido.

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