viernes, 27 de abril de 2012

¿Clown y filosofía?


En profundos problemas

Los filósofos y los payasos tienen mucho para intercambiar. Se trata de dos tradiciones que nos invitan a conocernos más profundamente: mientras una parece seria, mesurada y profunda pensadora, la otra se muestra incoherente, torpe y frágil. Aun así, hay un diálogo entre ellas que es un diálogo entre nosotros.


por Ernesto Alves*

Una historia conocida: “los griegos inventaron la filosofía”. Sócrates solamente sabía que no sabía nada. Y todas esas preguntas... Preguntas que van y vienen, inquietando, poniéndonos en problemas. ¿Problemas que ya teníamos?

No es extraño sentir que la filosofía nos perturba y molesta. De hecho, el primer filósofo de nuestra historia oficial de la filosofía confesó, antes de ser condenado a muerte, que su tarea era similar a la que tienen los tábanos: pincharnos, para inquietarnos y movernos de un lugar de comodidad.

La filosofía surge de esa actitud inquieta por saber: ante la conciencia de nuestra ignorancia frente a grandes preguntas vitales buscamos caminos y respuestas que alivien nuestras dificultades.

Contamos con la ayuda de una tradición, que como nos recuerda la etimología, ha tenido como tarea ser amiga del saber. Y como pasa con los amigos, uno se conoce las mañas y aprende a quererse. Quizás debiéramos recordar más la analogía para aprender a querer nuestras dificultades ante el saber.

Todo muy lindo, pero… ¿y los payasos? Ah, mmm… esteee… Sí, lo digo... Creo que los payasos tienen una tarea similar a la filosófica: acercarnos a un conocimiento de nosotros mismos, ponernos en problemas y, picándonos como el tábano, hacernos plantar un repentino stop ante la vida para mirar alrededor.

Mientras que la forma filosófica de señalarnos nuestra fragilidad ha sido el discurso racional y argumentativo, los payasos nos han mostrado cuán vulnerables somos partiendo de la incoherencia de un estado de juego que parece excluir al pensamiento.

Los payasos de hoy provienen de una larga tradición que, yendo de la risa a la conmoción, ha hablado también de profundas inquietudes, invitando a tomar una perspectiva particular sobre los fracasos, los desencuentros, la ignorancia, la muerte o la impotencia.

¿Qué, quiénes, cómo somos los seres humanos? El clown toma postura ante esta pregunta, de un lado de la tradición filosófica. Al igual que Aristóteles y Rousseau, entre otros, nos dice que somos vulnerables y frágiles, ya que nos importan y nos afectan acontecimientos que no siempre controlamos. Tenemos una aspiración legítima a trascender, a ser mejores (más buenos, sabios, bellos…) pero también tenemos nuestros límites; en las emociones que rodean esos límites vive el payaso. Para el clown, no somos perfectos, ni podemos llegar a serlo en esta vida, pero eso no es motivo de frustración sino posibilidad de disfrute. ¿Cómo disfrutar con el fracaso?

Volvamos por un momento a la historia: entre la multitud de grandes pensadores griegos, existió un puñado de filósofos llamados escépticos. Creo que Pirrón y Sexto Empírico, protagonistas de esta escuela, tenían una actitud ante el conocimiento del mundo similar a la de los clowns. Ellos afirmaban que el conocimiento del mundo es sólo aparente y débil, por lo que debemos suspender el juicio. Esto significa no afirmar ni negar nada; ya sea, por ejemplo, que esto que lees son palabras, o que afuera hace calor, o bien que tienes puesto un par de medias. No es lugar éste de desarrollar las opiniones de los antiguos escépticos pero puedes seguir leyendo para aprender a suspender el juicio por aquí . ¿Será cierto todo esto?

Normalmente en los talleres de clown decimos que los payasos no juzgan sino que juegan con todo lo que se les presenta. Creo que realmente se trata de una actitud análoga a la escéptica: observar, percibir y actuar pero sin afirmar de forma concluyente que la realidad es de tal o cual manera. En cambio, mientras que los escépticos creían que suspender el juicio nos llevaría a liberarnos de la inquietud y a vivir una vida serena y sin problemas, los payasos nos muestran la contracara y nos invitan a sumergirnos en esas dificultades desde el lugar del juego.

Rondando entre plazas de pueblo, cortes de reyes, pistas de circo, escenarios de teatro y llegando al cine, los clowns de diferentes épocas y estilos han compartido la tarea de mostrarnos que nuestra condición es frágil, que estar en problemas es natural para nosotros y que la vida se juega por ese lado. La tarea de los payasos aún es mostrarnos que en ese lugar, propiamente humano, puede haber también mucho disfrute.

En el medio del problema, no después, ni antes: allí vive la filosofía y también el clown. Mostrando una forma peculiar de entender la humanidad, los payasos han recorrido diferentes públicos, fracasando y entrando en conmoción. En el momento en que la filosofía se nos acerca y nos motiva a la inquietud parece que también tiene nariz roja.

*Ernesto Alves es Clown y Profesor de Filosofía. 

martes, 3 de abril de 2012

El camino del Clown

por Alain Vigneau

El clown (payaso) lleva tradicionalmente una nariz roja. Lejos de los ambientes habitualmente relacionados con este tipo de personajes, podemos buscar sin embargo su esencia, a través de este trabajo, que yo llamo “EL Camino del Clown” .


Esta nariz roja, ínfima mascara, tiene un valor terapéutico enorme. Este pequeño atuendo concilia lo propio de una mascara (ayudar a la persona que la lleva a tomar otra identidad ) con la gran particularidad de que al mismo tiempo deja nuestro rostro libre, para que yo pueda ver al mundo desde esta otra identidad, y también para que yo pueda dejar que el mundo me vea mientras evoluciono en esta otra identidad.
Esta particular aproximación nos da la posibilidad de explorar nuestro mundo interno con una mirada directa llena de humor, exenta de culpa, a través del juego y de la espontaneidad , de la comunicación y de la aceptación de lo que sencillamente ocurre dentro de la persona.
En este sentido este trabajo nos permite acceder al realidad interna de la persona de una forma extremadamente directa, y permite que un camino diferente y sanador se abra ante ella.

Las técnicas del clown se basan en un concepto básico: ser uno/a mismo/a.
A partir de ahí, todo esta permitido. En clown, las disonancias entre sentir y actuar no funcionan. La falta de sinceridad convierte el escenario del clown en su tumba. No ver al otro, no sentir el público, no jugar las leyes del aquí y ahora, convierten el espacio en una jaula dónde el clown se quedara solo. Su representación desmonta las mentiras y los juegos del Ego, hasta que la persona contacte con su esencia y pueda finalmente desvelarnos un sencillo drama : su ansía de tener un sitio en este mundo, de pertenecer.

Entonces, Sentir y Aceptar: El deseo y la necesidad de atraer la atención, y sin embargo la imposibilidad de mostrarse de verdad, la dificultad de escuchar al otro, la rendición que supone no hacer nada, la emoción que surge cuando se establece una comunicación sincera, la calidad del momento cuando la persona esta “de verdad”, el desamparo – a veces hasta del pánico- que supone quedarse en blanco, sin inspiración interna y sin respuesta del público, la sensación de que uno esta haciendo el mayor ridículo de su vida, y aún así dar rienda suelta a la fantasía y a la locura, la dificultad en salir de los roles y trampas cotidianas del carácter, y sin embargo la lucha que ocurre en el interior de la persona en su búsqueda de la felicidad, etc..
El clown puede abordar los temas claves: el amor, el miedo, la agresividad, la soledad, el sufrimiento, la envidia, la lucha por el poder, el rechazo, la sexualidad, la muerte, no tiene ningún terreno prohibido…

Su actuación nos conecta con unos sentimientos primarios que el expresa por nosotros, facetas de nuestra personalidad que normalmente nos asustan. El nos da la posibilidad de mirar las a la cara y celebrar el encuentro, en vez de promover el rechazo.

En definitiva EL CAMINO DEL CLOWN es enseñarse, tal como uno es, dándose el permiso y la libertad, bajo la protección de la pequeña nariz roja, de sentir y comunicar con los demás lo que en mí ocurre en este momento. Entonces darse cuenta de que el público (el mundo) realmente solamente “recibe” al clown cuando es sincero, mostrando y compartiendo su verdad, por loca que sea.

Mi experiencia como profesional de la escena y como docente a lo largo de estos años, me ha enseñado cuanta luz se desprende del encuentro de cada uno con su clown, cuanto alivio aporta esta celebración de la totalidad del ser, a través del juego cómico y poético del clown propio de cada uno/a.
Como decía una anónimo lúcido :
Bienaventurados los que se ríen de si mismos, nunca les faltara material de que reír…”