martes, 4 de octubre de 2011

El dispositivo del humor.

por Eduardo Zamanillo

“Siempre hay una mirada desde la cual somos payasos”.

La práctica de cualquier actividad, y la vida misma, continuamente nos reafirma en que tener buen humor es altamente positivo, beneficioso, no solamente para la persona que lo ejerce, sino también para quien lo recibe; que nos ayuda a comunicarnos desde una óptica más positiva. Aunque muchas veces se dice lo contrario, una persona con sentido del humor está comprobado que resulta valorada como más cercana, más familiar, más atractiva, más sensible, más crítica.

El humor está muy presente en nuestras vidas, aunque algunas personas se empeñen en apartarlo, con excusas fuera de lugar. Todas las personas podemos ver la vida desde a óptica del humor, aunque también algunos se empeñen en argumentar otra cosa. Para demostrar esto tan evidente es importante que precisemos que entendemos por humor.

Según el diccionario de Maria Moliner el humor es “la cualidad en descubrir o mostrar lo que hay de cómico y ridículo en las cosas y en las personas, con o sin malevolencia”.

También podemos encontrarnos que el humor es “genio, índole, disposición de ánimo, especialmente cuando se manifiesta exteriormente”. Antiguamente cuando se hacía referencia al humor se hablaba de los líquidos de un organismo. Se hablaba fundamentalmente de cuatro humores: atrabilis, bilis, pituita y sangre, y cada uno de ellos marcaba una diferencia de carácter que evidenciaba un tipo de comportamiento concreto.
Si nos vamos al mundo del teatro, el autor Ben Jonson (Oliva, C, y Torres Monreal, F.:2.000), contemporáneo y compatriota de Shakespeare, escribió sus comedias como comedias de caracteres o humores, considerando ambos términos sinónimos, y hablaba de humores como de personajes- tipo, arquetipos de una visión del mundo concreta.
Hablamos normalmente de buen humor cuando una persona tiene “propensión a mostrarse alegre y complaciente”, y de mal humor cuando hay una “aversión, habitual o accidental, a cualquier acto de alegría”. Y, sobre todo decimos que una persona tiene sentido del humor cuando es capaz de contemplar la vida desde un punto de vista positivo, alejado de la seriedad habitual.
Me interesa especialmente esta expresión cotidiana y popular de tener o no sentido del humor. ¿Qué es tener sentido? Si volvemos de nuevo al diccionario, éste nos define sentido como “función por la que el organismo percibe las diferentes formas de energía, mediante órganos más o menos diferenciados: desde las simples terminaciones nerviosas, hasta las complejas estructuras nerviosas periféricas, que poseen además órganos accesorios que conducen los estímulos”. Comprobamos que, una vez más, la sabiduría popular no anda desencaminada, y a los cinco sentidos tradicionales, añade un sexto sentido, que es la intuición (facultad de comprender las cosas al primer golpe de vista o cuando aún no son del todo evidentes), y de manera tácita, un séptimo, que sería el sentido del humor.

El humor no es tanto un comportamiento como una actitud provocada por una percepción de las cosas que va más allá de lo que vulgarmente llamamos sentido común. En el ejercicio del humor entran en funcionamiento diferentes dimensiones de lo humano: la cognitiva (es una forma de mirar y comprender lo que nos rodea), afectiva (implica una emoción), la comportamental (la forma en como nos manifestamos en la acción), y social (como factor aglutinador, como referente de identidad de grupo, que diría Berger, O.L. (1.997)).

El humor no es sinónimo de comicidad, sin embargo la acompaña. De hecho una persona que tiene sentido del humor no necesariamente es graciosa, ni se dedica a representar comedias. El humor es más bien esa percepción especial que nos hace distinguir algo, ya sea una idea, un objeto, o una acción, como cómico, es decir, como lgo que nos hace reír (De la Calle, 1985). La identidad de lo cómico, pues, no está tanto en quien lo produce como en quien lo percibe.
Lo cómico es una categoría estética, que apreciaremos en nuestro mundo en la medida que ejerzamos esa percepción especial, esa actitud ante la vida, que es el sentido del humor. En este sentido Alfonso Sastre habla de la diferencia entre la tragedia y la comedia en el teatro como de una diferencia de estilo, no de tema (Sastre, A.: 2.002). Lo que equivaldría a decir que todo lo que nos sucede, lo que vemos y sentimos, nuestras relaciones, son las que son, pero, sin embargo, tenemos la libre opción de percibirlas desde la óptica de la tragedia o desde la mirada del humor.

El humor, como lo cómico, es difícilmente delimitable, y es complicado establecer cuales son las fronteras y que percibimos como cómico y que no. Y aunque socialmente hay establecida una convención sobre lo que nos produce o no risa y cual es el lugar para ello, lo cierto es que la percepción de lo cómico es marcadamente particular y el sentido del humor totalmente singular, y escapa a cualquier barrera que queramos poner, incluso de manera involuntaria e inconsciente la risa nos sorprende cuando menos nos lo esperamos. Depende del sujeto que percibe.
Dándole vueltas a la filosófica pregunta de porqué se ríe el ser humano, las respuestas que se han dado son diversas. Una serie de autores establece la incongruencia como base para el humor, cuando se produce una bisociación (Viana, A. 2004), una distorsión, o un desfase en la percepción del mundo. Aunque se supone que las cosas deberían de ser de una manera, en múltiples ocasiones aparecen de manera diferente.
Algunas películas de Woody Allen son muy claras en este sentido: nada ocurre como, cuando, donde y con quien pretendemos (Pueo, J.C. 2002). Desde este punto de vista, el humor nos ayuda a resituar nuestro fracaso continuo en la idea preconcebida de que somos los seres más perfectos de la creación (Lécoq, J.: 2003) y nos posibilita el reencuentro cotidiano con el mundo.

Otros, como Aristóteles, Platón, Hobbes, e incluso Bergson, dicen que el humor surge de una percepción de superioridad con respecto a los otros. Un ejemplo burdo de esto serían todos los chistes racistas, xenófobos, machistas, etc. Quizá a este planteamiento habría que darle más vueltas, puesto que cuando no aceptamos ese desfase, esa disociación de la que hablábamos más arriba en nuestras propias vidas, es cuando huimos de reírnos de nosotros mismos y de reírnos con los demás, para reírnos de los demás.

Y otra gran respuesta es la dada por personas como Freud (Freud, S.. 1990) que conciben el humor como liberación de la tensión, de esa energía que habitualmente empleamos para reprimir pensamientos, sentimientos y deseos, y que se transforma en risa y produce una gran dosis de placer. En todas ellas se constata un conflicto claro entre la naturaleza y la cultura, entre lo íntimo y lo social, entre lo singular y la norma, que el humor consigue que sobrellevemos de forma más o menos plácida. El humor nos hace más sociedad.

De hecho nos movemos a veces en confusiones terminológicas y tradicionalmente se nos ha hecho confundir lo cómico, el humor, como lo contrario de lo serio, cuando, como bien dice Roberto Fontanarrosa y muchos otros, “lo contrario del humor no es la seriedad sino lo pomposo” (Fontanarrosa, R: 2.005), lo solemne o la grandeza sorprendente, que diría T. Lipps (Sastre, A.: 2002).

En este sentido podemos decir que el humor también es serio, aunque yo preferiría decir importante. Una buena imagen de esto sería la película de Charles Chaplin “El gran Dictador”, en donde la artifiosidad pomposa del poder sale muy mal parada, o “Tiempos Modernos”, una muestra del antihéroe. Este gran cómico decía en más de una ocasión que si algo era capaz de golpear al poder en sus cimientos era la risa.

Volviendo al sentido, comprobamos que cuando el humor va precedido de la palabra sentido hace que lo enmarquemos ya desde el lado positivo, del que tiene que ver con la alegría, con la risa, con el optimismo, con el deseo de felicidad. Todas estas manifestaciones comportamentales no son sinónimas, pero sin embargo si son compañeras, y a menudo aparecen juntas.

El humor es universal. No podemos decir que ninguna cultura, grupo social, carezca de sentido del humor. De hecho, la Sociedad Internacional de Estudios Sobre el Humor, que anualmente se reúne para tratar del tema en la Conferencia celebrada en Bolonia en 2.003 concluye que (citado por Carbelo Baquero, 2005):
- el humor es una parte importante de las relaciones humanas
- no existe cultura humana desprovista de humor
- la risa como expresión máxima del buen humor facilita la comprensión mental y la aceptación positiva de las distintas situaciones relacionadas con la pérdida de salud.