lunes, 28 de junio de 2010

No hay nada mejor para la salud que hacer de payaso

Los payasos, históricamente, han tenido un objetivo claro y simple, que a su vez ha coincidido con el papel que la sociedad les ha adjudicado y reclamado: divertir, entretener, alegrar el espíritu, hacer reír. ¡Pero cuántas cosas pueden haber detrás de la risa!

Reímos por timidez, por educación, para caer bien, por nerviosismo, por no llorar. Y cuando vemos un buen payaso, reímos por lo que hace o deja de hacer, pero sobre todo porque nos identificamos con él. Y es que detrás del trabajo del clown hay un arte y el origen de cualquier arte es encontrar una identificación.


Por eso los payasos deben transmitirnos una imagen positiva que nos haga mantener la fe en nosotros mismos, en el ser humano tal como es, con sus virtudes y sus defectos. No aceptaríamos un clown malvado, grosero o antipático porque eso impediría la familiaridad, la identificación. Necesitamos sentir que lo queremos.


De modo que cuando nos identificamos con ellos, reconocemos determinados comportamientos de nuestra vida diaria, y la risa se produce por la sorprendente visión paradójica de lo que conocemos bien. Por ese otro punto de vista sobre algún nuevo aspecto de aquellas cosas que creíamos ya sabidas. Cuando reímos porque un payaso se desespera al no conseguir algo, lo hacemos porque sabemos que nosotros a veces nos comportamos igual, es decir, nos reímos de nosotros mismos y, al hacerlo, nos sanamos. Por tanto, el clown, de alguna manera, contribuye a cicatrizar nuestras heridas, a aportar algo de luz a nuestras sombras.


Actualmente, no existen dudas acerca de los beneficios físicos y psíquicos que el humor y la risa nos aportan. En todo el mundo proliferan organizaciones que lo investigan desde diferentes disciplinas: la antropología, la biología, el arte, la educación, el cine, la literatura, la publicidad, las artes escénicas, la medicina, la filosofía, la sociología o la psicología.


En las terapias de modificación de conducta sus posibilidades son ilimitadas, ya que sacar fuera nuestro clown significa sacar fuera con total libertad nuestros pensamientos y sentimientos más auténticos, primarios y sinceros. Y esa es la base para solucionar cualquier tipo de problema. Como dicen Foulkes y Anthony en Psicoterapia grupal, una situación terapeútica es aquella "donde el paciente puede expresar libremente sus más íntimos pensamientos sobre sí mismo, sobre cualquier otra persona y sobre el terapeuta. Puede tener la certeza de que no está siendo juzgado y que es plenamente aceptado tal como es y diga lo que diga"


Al mismo tiempo se desarrollan nuevas técnicas como la risoterapia, sesiones colectivas en las que la única finalidad es reír, para el tratamiento de la depresión, la ansiedad o la angustia.


Desde 1985 funciona en Francia la Societé Francaise de Clownanalyse. Consiste el invento en asistir a todo tipo de encuentros, asambleas, congresos o seminarios como oyentes para posteriormente intervenir como payasos a modo de ponentes. La agudeza y la capacidad de observación del clown, teñida por un punto de vista ingenuo, primario, no contaminado, junto a la comicidad que eso produce entre los reunidos, aportan una nueva visión sobre los diferentes temas o problemas que cada acontecimiento está tratando. Esa visión se convierte, de hecho, en un conjunto de nuevos elementos de debate que revierten automáticamente en las siguientes sesiones de trabajo.


Aparecen organizaciones como Payasos sin Fronteras, que tiene la finalidad de mejorar la situación sicológica de las poblaciones de campos de refugiados y zonas de conflicto y/o exclusión, sensibilizando a la sociedad y promoviendo actitudes solidarias.


Los payasos trabajan cada vez más en los hospitales como un elemento más del tratamiento de recuperación de los enfermos en el aspecto físico, anímico y emocional e incluso, en nuestro país, desde 2002, Jordi Baiget imparte una asignatura en la facultad de Medicina de Lleida con el nombre de La risa y su expresión como labor terapéutica. Técnicas de clown para estudiantes de Medicina.


Tiempo atrás, hubo una campaña de Médicos sin Fronteras que, más o menos, tenía como eslogan: "Nosotros, que hemos combatido tantas epidemias, sabemos que sólo existe una invencible, la risa".


Y en la universidad de Alcalá de Henares funcionan una cátedra, un museo y una fundación del Humor, que aglutinan a su alrededor varias facultades.


Hay una coincidencia, pues, desde distintos ámbitos, en reconocer el efecto beneficioso y curativo que tienen el humor y la risa: mejoran la circulación sanguínea, dilatan los vasos, relajan músculos, oxigenan pulmones, eliminan toxinas y producen endorfinas, conocidas como hormonas de la felicidad. Por otro lado, nos permiten ajustar nuestra manera de comportarnos en el entorno que vivimos, disminuyen de manera sutil la desazón que provocan las relaciones interpersonales, mejoran nuestras posibilidades de relación y facilitan la supervivencia frente al estrés al que nos enfrentamos a diario. Pero, sobre todo, contribuyen a cerrar las malas experiencias y a confiar en un futuro mejor.


Pues bien, el payaso es uno de los mejores transmisores de la risa y el humor que la humanidad haya descubierto jamás.


Pero no es sólo eso. Los payasos, con su ternura y su transparencia, nos ofrecen también todo un abanico de emociones que forman parte de la esencia del ser humano. Sus muecas reflejan dolor, ilusión, escepticismo, picardía, tristeza, amor, rabia, alegría. Hay clowns que parecen niños, otros se comportan como gamberros adolescentes, los hay que parecen adultos intentando mantener las formas y algunos reflejan la serenidad y el cansancio físico de la vejez. Nos ayudan, por tanto, a comprender mejor a los demás y a nosotros mismos, a aceptarlos y a aceptarnos. Devienen así en un espejo del ser humano.


Las parejas de payasos nos recuerdan que nos debatimos constantemente entre lo que queremos y lo que debemos hacer. El payaso augusto del circo, siempre rebelde. El cara blanca, por el contrario, responsable y autoritario. El alma del payaso representa el alma del ser humano: los opuestos, las contradicciones, la dualidad. El idealismo y el pragmatismo, la fuerza y la fragilidad. Son como un libro abierto para reflexionar desde la ternura y la risa.


El clown basa una gran parte de su repertorio, de su inspiración, en imitar lo que ve, en reproducir nuestras conductas. En parodiar, es un trasgresor, un perspicaz observador de la realidad circundante. Debe serlo, pues la risa sólo se produce cuando lo que se presenta al público es referencial para él. Un payaso ruso, Karandash, decía que "la risa no es un objetivo, es un medio que lleva la idea hasta el entendimiento". Recuperaba así la vieja fórmula latina ridendo castigat mores: riendo se corrigen las costumbres.


Bergson, en su lúcido ensayo La risa, sostiene que "el arte del poeta cómico consiste en hacernos conocer perfectamente esos vicios, en introducirnos a nosotros, espectadores, en su intimidad"


Los clowns del cine mudo, Chaplin y Keaton, reflejaron en sus películas el devastador desarrollo industrial que se nos venía encima, nos advirtieron de lo absurdo que resulta un exceso de mecanización en el hogar, alertaron al mundo sobre el auge del fascismo. Ahí están sus geniales películas Tiempos modernos, La casa eléctrica o El gran dictador.


Por otra parte, esto no es nuevo. Durante siglos los payasos y otros tipos de cómicos han ejercido de elementos curativos personificando los síntomas de la enfermedad de manera excéntrica o provocando la risa donde antes había miedo, como los payasos demonios de Ceilán y los de otras sociedades atávicas en las que eran considerados una especie de amuleto o antídoto contra los malos espíritus.


Así se cierra el círculo de la historia. Y el payaso vuelve a sus orígenes más ancestrales, en los que su arte se desarrollaba en la tribu, o como dice Margot Berthold en su libro Historia social del teatro, "en el ancho subsuelo de los impulsos vitales originarios del que brotan las misteriosas fuerzas de la magia, el conjuro y la transmutación". Para dar la vuelta al orden establecido, a la normalidad, y posibilitar así una apertura al caos. No en vano, la trasgresión es carta de naturaleza del payaso.

Sin embargo, a pesar de lo expuesto hasta ahora, en la actualidad aún estamos lejos de conseguir que la mayoría de la población entienda y acepte estas cualidades, estos beneficios del clown para la sociedad. Expresiones como "¡Eres un payaso!" o "¡Deja de hacer payasadas!", dichas despectivamente, indican que nuestra actividad, la de los payasos, aún no se considera de suficiente valor, interés o utilidad. Evidentemente, la larga historia de los cómicos, asociada a veces a actividades presuntamente pecaminosas, como lo era la simple risa para la Iglesia durante mucho tiempo, ha hecho que su status social siga siendo delicado, salvo para los consagrados. Y éstos, más por sus ingresos económicos que por la calidad o el espíritu de su arte.


A todas las personas que aún tienen reparos ante el oficio del payaso, habría que recordarles estas bellas palabras de Federico Fellini: "No hay nada mejor para la salud que hacer de payaso. Nunca apoyaremos bastante a los que tengan esta vocación. Y en último lugar, se ganan muy bien la vida, igual que en otro empleo cualquiera. ¿Porqué será que los padres se obstinan en hacer de su hijo un empleado, un funcionario, y no un payaso?"

(de la Escuela de Payasos: Los Hijos de Augusto)